Más tarde, tomé de las solapas a
Pepe para que me devolviera la ilusión, pero fue en vano. Me bastó ver su rostro desencajado para comprender que lo peor, lo más temido, había ocurrido: no contenta con su desafío del año pasado, la oligarquía acababa de practicarnos un enema de votos, sin vaselina.
Por un momento ví todo negro, y reconozco que pensé seriamente en quitarme la vida, hasta que de pronto, y del modo más inesperado, se hizo la luz. Volvía yo de orinar por uno de los pasillos del Intercontinental, cuando una militante de La Cámpora me reconoció, y saliendo de entre la multitud, me entregó una arrugada
estampita.
"Frotelá, Licenciado, que todo va a salir bien", me exhortó aquella guerrillerita, un segundo antes de perderse otra vez en el gentío.
la Cámpora en pleno brain storming, discute ideas
para frenar la restauración conservadora Un poco por compromiso, y otro poco por fé revolucionaria, froté aquel talismán con ganas y al cabo de unos instantes, ocurrió lo que nunca jamás había esperado vivir. Ocurrió la magia, el prodigio, el más maravilloso milagro!! Ante mis ojos desorbitados, apareció una radiante figura de luz, vestida de ángel, que emitía destellos multicolores como nunca antes había visto, ni volveré a ver. Había mucha gente en el lugar, pero nadie parecía verla. Sin que pudiera reaccionar se me acercó, y me susurró al oído estas palabras, que nunca jamás olvidaré:
“Sólo los fanáticos persisten. Los fríos, los indiferentes, no deben servir al pueblo, aunque quieran. Me gustan los fanáticos y todos los fanatismos de la historia, cualquiera sea la razón de su fanatismo. Por eso soy fanática. El fanatismo es la gran fuerza de los pueblos: la única que no poseen sus enemigos, que han suprimido del mundo todo lo que suene a corazón. Por eso los venceremos. Porque aunque tengan dinero, privilegios, y poder, no podrán nunca ser fanáticos. Porque no tienen corazón. Tenemos que convencernos para siempre: el mundo será de los pueblos si los pueblos decidimos enardecernos en el fuego sagrado del fanatismo, sin escuchar la sirena de los imbéciles que nos hablan de prudencia."Cuando advertí que se trataba nada menos que de Santa Evita Embalsamada, quedé atónito, petrificado, y es posible que mi rostro impávido haya oscilado entre la sorpresa y la ternura. Apenas volví en mí, giré para gritarle a otros militantes que contemplaran lo que estaba viendo, pero cuando volví la vista a la Santa, ésta se había desvanecido en una blanca nube, como se esfuman los ángeles en el cielo.
Inmediatamente se me aflojaron las rodillas, y mientras comenzaba a llorar, me maldije por haber dudado de la victoria final. Pensé en el sacrificio del Che, en Cienfuegos, en
Sergio, y en los miles de militantes y militantas que dieron su vida por la causa nacional y popular. La desazón que hasta entonces había sentido, dió instantáneo paso a una feroz excitación, a una iracundia arrasadora, a una renovada furia revolucionaria.
Con los ojos rojos por el llanto, y la voz totalmente quebrada, me subí de prepo al atril y escupí ante los micrófonos para quién quisiera oirme
: "¡¡¡¡Nos rompieron el upite, es cierto, pero la guerra continúa, y ya veremos quién la tiene más larga al final del día!!!! ¡¡¡Los conservadores quieren restaurar la Argentina del centenario, pero no se los permitiremos!!! ¡¡¡A quemar iglesias, YA!!!"Un microsegundo después, seis guardias de Prosegur se me abalanzaron, y levantándome por el aire me condujeron hasta la puerta del Intercontinental, del lado de afuera. Por varios minutos esperé que una turba de fanáticos saliera dispuesta a todo, pero no salió ni Randazzo. Mi excitación era tal que no me desanimé, y de ahí mismo salí corriendo como un toro rabioso hasta la Plaza de las Madres, enarbolando una bandera de Nepal, que más temprano había tomado prestada del lobby del hotel, a modo de souvenir. La verdad es que en la plaza no había nadie, y no me resultó difícil recuperarla para el Pueblo. Me entretuve pateando palomas hasta que a eso de las 7 AM abrió la linea A del subte, y decidi volver a mi atelier de la calle Curapalihue, para recobrar fuerzas.
Luego de estos días de meditación, y si bien -como les decía al principio- no logro todavía comprender el masoquismo de un pueblo que votó a sus victimarios, estoy seguro de que debemos redoblar la apuesta, y poner el pie en el acelerador, allí donde los milicos y la Sociedad Rural quieren que pongámos el freno.
Para el combate que se avecina, deberemos tener los ojos bien abiertos, como el Che nos enseñó. Si volvemos a cometer los errores que -de puro inocentes- cometimos en la gesta libertadora del último año, el Pueblo estará perdido.
Por lo pronto, sin una nueva Ley de Servicios Audiovisuales, deberemos soportar todas las operaciones basura que la prensa canalla decida organizar para desacreditarnos. Y la verdad es que no lo merecemos. El Pueblo no lo merece.
Nos mintieron con Antonini, inventaron lo de Skanska, mancillaron el buen nombre de Felisa por unos pocos billetes que olvidó en el retrete... Debemos decir BASTA! Basta de patrañas señores de La Nazion!!!
la prensa canalla en acción. no pasarán La oportunidad es ahora compañeros. Si dejamos que la derecha se ponga otra vez de pie, volverá a armar su país pequeñito, para unos pocos, como aquel que festejó el primer centenario con lujos y oropel, mientras el Pueblo todo pasaba hambre por las calles de la patria. Debemos derrotar a esa derecha genocida como sea. Y debemos hacerlo ahora. O la matamos para siempre, o nos mata ella.