miércoles, 26 de marzo de 2008

¡Viva la patria!

El proceso independentista liderado por la compañera Cristina Fernández, ha dado ayer un paso decisivo hacia la victoria, al derrotar claramente en las calles de la República, a los grupúsculos golpistas que anoche pretendieron retrotraernos a los más oscuros años de la Dictadura, pero fueron literalmente barridos por las masas proletarias, que espontáneamente se dieron cita en la Plaza de las Madres.

Pero esa puta oligarquía de Recoleta y Belgrano que intentó tomar el poder por asalto como el 24 de marzo de 1976, se topó anoche con la dignidad de un pueblo entero, que decidió poner punto final a las ganancias extraordinarias que los terratenientes latifundistas obtienen a expensas de la gente. El siguiente croquis es elocuente al respecto:


el pueblo todo expresó su repudio hacia la puta oligarquía

No señores de la Sociedad Rural! No señores Mariano Grondona y Luciano Miguens! No Sr. Bush! Esta vez no podrán! El pueblo está unido y jamás será vencido! Quienes no han comprendido que el 25 de mayo de 2003 se inició una nueva era en la Argentina, váyanse enterando!

Se acabaron para siempre las prebendas, se acabaron para siempre los acomodos, se acabaron para siempre los negociados, se acabaron para siempre los dirigentes que insultan la inteligencia del pueblo, y se acabó para siempre la impunidad.

La prensa rentada (¡¿cuando no?!) intentó sumarse a la farsa, pero fue rápidamente desenmascarada por el periodismo independiente, que no tardó en reflejar la verdad de la milanesa, demostrando una vez más su inquebrantable adhesión a la causa nacional y popular liderada por el Frente para la Victoria.

Y que a nadie se le ocurra dudarlo: ¡Se viene la Reforma Agraria en la Argentina! Aunque las señoras de Barrio Norte se opongan con sus cacerolas made in france, la tierra será redistribuida entre todos los trabajadores, siguiendo el exitoso modelo que hace ya cincuenta años, pusiera en marcha aquel erudito que bendijera a la revolución cubana con su sapiencia infinita.

¡¿Es que los cipayos neoliberales no escuchan acaso la voz del pueblo?! ¡¿Es que no escuchan su clamor por desarrollo genuino y trenes bala?! ¡¿Es que no son argentinos?!

Pues vayan escuchando, putos oligarcas, pues a partir de ahora nada será igual, y los perseguiremos hasta hacerlos salir de sus fétidas ratoneras. Váyanse a Miami a cobijarse en los brazos de papá Bush, ahora que el capitalismo genocida ha fracasado definitivamente en todo el mundo.



¡el tren bala no se negocia!

Y que a los saqueadores de nuestra riqueza no se les vaya a ocurrir otro "Plan Colombia" para la Argentina, porque fracasarán igual que las tropas mercenarias del genocida Uribe, que no cesan de saborear el polvo de la derrota desde hace cinco años.

Esta vez va en serio! Se acabó la vieja Argentina, esa que para unos pocos construyeron Alberdi, Roca, Sarmiento y Carlos Pellegrini, entre muchos otros genocidas anti-pueblo.

Ahora más que nunca, con Evita montonera, con Canal 7, con el comandante Hugo Rafael Chávez Frías, con Gastón Pauls, gritemos todos juntos...

¡Viva la Patria!

¡Hasta el Frente para la Victoria, siempre!

jueves, 13 de marzo de 2008

Anécdotas de mi tío Enrique

Para que vayan picando algo mientras continúo preparando el fulminante relanzamiento de este blog, les dejo tres simpáticas anécdotas (reales) protagonizadas por mi septuagenario tío Enrique, un marxista-leninista puro, de paladar negro, casi como el recientemente extinto camarada Reyes. Aquí van:

1. Travas apiñados. Hace unos cinco o seis años, caminaba mi tío Enrique -por Diagonal Norte- hacia Plaza de Mayo, cuando al llegar a la catedral metropolitana, le tocó encontrarse con una manifestación de travestis (por supuesto semidesnudos), que detenía el tránsito sobre Rivadavia. Probablemente no hubiera fijado su atención en ellos, de no ser porque uno de estos "muchachos" se hallaba sobre las escalinatas de la propia catedral, caracterizado como Jesucristo, y simulando estar clavado a una cruz, que prolijamente había construido con cartón marrón, adherido a su espalda y brazos. Sobre su torso desnudo, podían leerse (en color rojo, probablemente pintadas con rouge) cuatro letras: P - U - T - O.
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Es decididamente muy factible que esta escena no haya despertado precisamente un sentimiento de "admiración" en mi tío Enrique, pues un instante después de observarla se dirigió a la puerta de la catedral, para buscar alguna persona o autoridad que lo acompañara a conversar con el "artista", a fin de invitarlo a deponer su actitud. Cuenta hoy mi tío Enrique, sin embargo, que nadie le llevó el apunte, y que por ello ocurrió después lo que ocurrió.
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Y lo que ocurrió, es que mi tío Enrique se acercó al "crucificado", y sin mediar palabra, le aplicó un fortísimo cross de derecha en el mentón, que lo hizo caer escaleras abajo hasta la calle, hecho un ovillo con su cruz de cartón, que por supuesto se le rompió completamente. Los recuerdos posteriores son ya más difusos en el relato de mi pariente noqueador, pero lo concreto es que apenas observaron tal escena, todos los travestis (y afines) que se hallaban manifestando en la zona, corrieron al encuentro del "agresor" (uno de ellos vociferaba incluso "¡le pegaste a mi mujer!"), y no justamente para felicitarlo. Pronto volaron las piñas, las patadas voladoras, los escupitajos, y los más inimaginables epitetos irreproducibles. Si bien el valiente Enrique recibió lo suyo, aún se le llena la cara de satisfacción cuando recuerda los buenos golpes que pudo conectar a estos jóvenes -incluido el gritón-, hasta que cayó al suelo.
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Dicen mis primos que parte de esta escena
fue registrada (y luego transmitida) por Crónica TV, aunque la verdad es que nunca pude verla. Lo cierto es que la batahola concluyó muy pronto, cuando un agente del orden se metió en el forcejeo, y tomando a mi tío de un brazo, lo separó con severidad, y le indicó que quedaba detenido. Los púgiles rivales se contentaron con esta intervención de la ley, y se retiraron, con lo que el uniformado pudo llevarse a mi tío por la calle lateral (San Martín), a fin de conducirlo al patrullero.
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Antes que alguien se amargue por la suerte del buen Enrique, les cuento que apenas dobló la siguiente esquina con el policía, éste lo soltó, le dió un fuerte apretón de manos, y le dijo en voz susurrante... "Vaya nomás! Lo felicito!".

2. Lubertinitis aguda. Diciembre de 2001. Pleno corralito. Plena exasperación de la gente en las veredas, en las calles, y fundamentalmente, en los bancos. Mi tío Enrique debía acompañar a un primo suyo (aún mayor que él, y con difucultades para caminar), a realizar un trámite en la sucursal de un importante banco. Necesitaban hablar con alguna autoridad de la sucursal, y llegaron temprano para no tener problema. Sin embargo, los minutos fueron pasando, sin que nadie los atendiera. Preguntaban una vez, dos veces, tres veces, y nada. La sucursal estaba absolutamente colmada de gente, pero ellos habían llegado temprano, y considerando el estado de salud del interesado, deberían haber tenido prioridad. Nada importaba. Los empleados corrían de un lado a otro, la gente parecía desesperada y de ellos, sentados a esa altura en una sala de espera, nadie se acordaba.
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La historia indica, sin embargo, que mi tío Enrique decidió en ese momento cambiar el rumbo de los acontecimientos, y no tuvo mejor idea que ponerse de pié, y comenzar a gritar a quien pudiera oirlo:
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-- ¡Me están discriminando! ¡Se han dado cuenta de que soy judío, y me están discriminando! Me están discriminando por ser judío!!!
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Cuenta la historia que un octavo de microsegundo después, la gerente de la sucursal en persona se abalanzó sobre mi tío, y con claros gestos de terror, balbuceó en voz bajísima algo más o menos así:
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-- Pee.., pe...pero, nooo, shhh, señor, nooo, que dice?!
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-- Digo la verdad! Que Ud. ha advertido que soy judío, y por eso me está discriminando!
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En fin, probablemente hayan intercambiado alguna palabra más, pero lo cierto es que cinco minutos después, mi tio y su primo ya habían sido atendidos por la referida gerente, habían resuelto complemanete el trámite que los había hecho visitar la sucursal, y estaban ya en la vereda, dispuestos a continuar sus vidas.
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Lo que esta anécdota confirma, es que una de las acusaciones más aterradoras que puede recibir una persona hoy en día, es la de ser un "discriminador". Ah, sólo para que conste en actas: Mi tío Enrique tiene tanto de judío como yo de norvietnamita.

3. El empresario. A principios de los años 90, una de mis primas (hija de mi tío Enrique) fue cooptada por una de esas empresas que "triunfaron" en aquellos años (tipo Amway, aunque no recuerdo si era exactamente esa u otra similar), y tuvo la feliz idea de entregar a su "superior", algo así como U$S 400.
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Por supuesto el espectacular negocio que se le había prometido no existía, y el éxito dependía de que siguiera reclutando "empresarios" dispuestos a poner U$S 400 cada uno, quienes a su vez deberían reclutar otra camada de nuevos "empresarios" dispuestos a la misma erogación, y así sucesivamente.
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Al advertir la burda maniobra en la que la habían hecho caer, reclamó que le devolvieran el dinero, aclarando a esta gente que ya no estaba interesada en participar. Sus pedidos fueron obviamente rechazados, al explicarle los "organizadores" que una vez pagada la suma en cuestión, a nadie le estaba permitido salirse del negocio. Volvió a reclamar en varias ocasiones y por distintas vías, pero siempre obtuvo la misma respuesta: No.
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La casualidad quiso que mi tío Enrique se enterara de esta situación pocos días antes de que la "convención anual de empresarios" de esta empresa, se desarrollara en Parque Norte. Allí fue entonces con mi prima (quien para ser honestos, ya había dado por perdida la plata), y se comió varios discursos de portoriqueños excitados, que describían como habían pasado de tener un auto humilde a un Mercedes Benz, gracias al increible modelo de negocios de Amway, bla, bla, bla.
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Cuenta hoy mi prima que la sala estaba absolutamente repleta de enfervorizados "empresarios", que aplaudían rabiosamente a cada uno de los oradores. Finalmente, el maestro de ceremonias invitó a quienes lo desearan, a que subieran al escenario a contar su experiencia personal en la "empresa", y como ya imaginarán, el primero en levantar la mano fue... mi tío Enrique!
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Para no hacerla larga, empiezo por el final y les cuento que 10 minutos después, mi prima ya había recuperado hasta el último centavo de su dinero! ¿Que dijo mi tío? Pues luego de agradecer los generosos aplausos que le fueron tributados mientras subía al estrado, y expresar su admiración por el excepcional modelo de negocios en cuestión, señaló con su dedo índice a una de las boricuas autoridades que se hallaban sobre el escenario, y dijo (obviamente ante el micrófono) que esa persona se había negado a devolverle su dinero a su hija, pese a que ella le había expresado claramente que no tenía intención de participar en el negocio.
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Como ya deben Uds. saber, este tipo de sujetos han seguido vendiendo humo por el mundo, pero es muy probable que nunca más hayan convocado a nadie desconocido del público para que cuente su experiencia como "empresario".
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Bueno, eso es todo por ahora. Estamos preparando un acto en memoria y desagravio del comandante Reyes en el Hotel Bauen, al que estarán todos Uds. invitados. Si se portan bien, hasta puedo llevar a mi tío Enrique para que firme algunos autógrafos
in situ.